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Rocío López: “Soy deportista porque el deporte me salvó la vida en dos ocasiones”

Publicado el 24/04/2025 a las 00:00

Rocío López es psicooncóloga y ayuda a los pacientes a afrontar su muerte. Además, tiene su propia consulta de psicología y da clases en la Facultad. Pero también es atleta: corre sobre asfalto y en montaña. Y cada vez que compite, sube al podio. Cosas de la genética, dice ella. Es una persona valiente, generosa y carismática, que guarda en su mochila una historia de vida nada sencilla que no ha dudado en compartir con los lectores de YoSoyNoticia.es.

Madrileña de la sierra de Guadarrama, afincada en Cuenca desde hace más de ocho años, Rocío mira a los ojos a la muerte “día a día. Trabajo en cuidados paliativos a domicilio. Es un trabajo muy bonito, aunque sé que es muy difícil de entender. Lo primero que tienes que tener aceptado es tu propia muerte, que es también complicado de entender. Afrontar tu propia muerte conlleva no solo el morir, es enfrentarte a tus miedos y eso, cuando estás con el paciente, puede llegar a conectarte con tus propios miedos. Y luego nos enfrentamos también a los duelos de los familiares de las personas que se van. Pero la paz y la tranquilidad que, a veces, das a esas personas que se van, es muy gratificante. Nosotros, los psicooncólogos, abrimos esos canales de comunicación, como despedirte de tu familia, cerrar tus temas pendientes... Es un trabajo muy duro, pero a la vez es muy bonito”. 

En sus comienzos, Rocío llegaba a casa destrozada y llegó a plantearse si servía para esto. Sin embargo, recuerda: “me miraban los pacientes y me decían que yo les transmitía mucha paz. Y una vez tuve un paciente al que creo que le debo el seguir dedicándome a esto... (se le entrecorta la voz) me emociono todavía... me dijo, sentado en la cama justo el día antes de fallecer: ¿Te puedo decir algo? Nunca dejes de sonreír, porque no sabes lo que nos transmites a los que estamos aquí. Y ese día decidí que había nacido para esto y que, a pesar de lo que yo tuviera que trabajarme internamente, si ayudaba a otros a poder morir más tranquilamente, me dedicaría a ello. Y aquí estoy (sonríe).” 

Hace poco que Rocío López Gómez ha abierto su propia clínica, en la que se dedica a la psicología sanitaria de manera presencial y online, y también da clases en la Universidad de Castilla La Mancha, a adultos, dentro del Programa “José Saramago” 50 plus. 

Pero Rocío tiene otra pasión, con la que completa el resto de su tiempo –que increíblemente le queda-. Pertenece al club Rujamar Atletismo Cuenca, donde entrena dos días en montaña con sus compañeros. Y en asfalto lo hace sola, en los huecos que va encontrando entre una y otra tarea del día a día. “El que algo quiere... (ríe). 

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Me entró urgencia por vivir 

Le preguntamos algo tan aparentemente simple como: ¿Por qué eres deportista? “(Guarda silencio) Muy buena pregunta (vuelve a permanecer callada unos instantes). Esto no lo conoce mucha gente; pero voy a ser totalmente sincera porque creo que puede ayudar a mucha gente. (Silencio) Soy deportista porque me salvó la vida. Literalmente. Me salvó la vida en una época físicamente, y en otra época, emocionalmente

La primera de ellas: yo, por circunstancias de la vida, tuve unas crisis de ansiedad muy fuertes y una depresión. Y caí en un trastorno en la conducta alimentaria, en una anorexia... y estuve muy cerca de la muerte. Y la única manera en la que conseguí recuperar el hambre fue empezar a hacer deporte. Esto fue hace 12 años. Y después, hace 8 años me diagnosticaron un cáncer. Y ahí fue cuando, curiosamente, empecé a competir. Porque no dejé de hacer deporte nunca; pese a las dificultades, hacía lo que podía, porque emocionalmente me liberaba. En ese momento me entró lo que se llama urgencia por vivir. Y empecé a enfrentar todos los miedos que yo tenía. 

Uno de ellos era miedo a la montaña, a ser trail runner; yo tengo mucho vértigo, me dan mucho miedo las bajadas... Y, sin embargo, a raíz de mi diagnóstico, y estando ya en Cuenca, sola –porque a mi familia le hubiera encantado que me volviera a Madrid, pero yo decidí pasarlo aquí, donde tenía hecha mi vida-, lo que me liberaba a nivel emocional era seguir haciendo deporte; que en un momento determinado me había salvado la vida y en este momento, también. Y ahí empecé más a correr; porque en otros momentos había hecho más natación y otros deportes. Se me daba medianamente bien correr y empecé con las competiciones; de asfalto al principio y, desde hace año y medio o dos años, de montaña”. 

Rocío dice que se le da medianamente bien, pero lo cierto es que no hay carrera en la que no acabe en el podio. “Tengo una genética que me ayuda. –Tiene unos gemelos muy marcados- Lo he heredado de mi padre. Hay gente que piensa que hago gimnasio, pero no hago. Es genética y me aprovecho de ello (ríe)”. 

Me daba miedo, pero la montaña es Vida 

Sorprende que corre en asfalto y también en montaña. “Empecé a correr en asfalto yo sola, porque es lo que se conoce y porque la montaña me gusta, pero me daba miedo. Y luego me apunté al club, se me daba un poquillo bien y al final me apunté al circuito de la Diputación y empecé a hacer podios. Pero un fallo renal me obligó a dejar el asfalto de lado, que se me da bien, pero es más monótono. Probé la montaña, que me daba más miedo (no me atrevo a entrenar sola) y me encantó. Para mí la montaña es vida. Las carreras de montaña son muy duras, pero es tan gratificante que dije: me enfrento al vértigo, a las bajadas... pero da igual. Tengo que correr por montaña. 

Pero este año empezaron los circuitos de Diputación. Me apunté al de asfalto y al de montaña. De asfalto pensaba hacer solo alguna, pero luego empiezas... Fui a una media maratón con el club (este año me refiero, porque he hecho más), e hice muy buen tiempo, mejor que el año pasado, porque cuando empiezas a hacer montaña pierdes velocidad, pero yo vi que no había perdido, incluso había ganado en velocidad. Y al final me enredé. Yo me enredo rápido, entonces por eso al final hago asfalto, hago montaña... jaja”. 

Ante todo: ayudar a los demás 

En el fluir de la conversación, tratamos de poner a Rocío en un dilema; pero ella lo tiene muy claro. Entre tener que dejar la psicología o dejar el deporte... “Dejo el deporte” -¡No has tardado!- “Lo tengo claro. Para mí es fundamental poder ayudar a los demás. Yo puedo estar trabajando 12 horas, que las he estado; estar agotada emocionalmente. Pero yo me llevo muchísimo más de lo que se llevan ellos. Lo que a mí me aporta la gente, lo que me transmite. Igual que en la facultad, yo siempre digo: vosotros creéis que yo os estoy enseñando, pero me estáis enseñando vosotros mucho más a mí. Con eso nací. Y siempre he tenido muy claro que quiero ser psicóloga. Sin embargo, el deporte me vino dado. Sí, en un momento difícil de mi vida y le estoy muy agradecida y le estaré siempre al deporte. Pero me vino dado; más tarde. Lo de la psicología lo he tenido siempre claro. El deporte es algo que me beneficia a mí; la psicología es algo que beneficia a los demás.   

Para mucha gente, la palabra cáncer sigue siendo tabú y se utiliza el eufemismo típico de “una larga enfermedad”. Y evidentemente, Rocío, que habla con tanta naturalidad de la muerte, piensa que mucho más hay que hacerlo del cáncer. Aunque “a mí me costó, al principio cuesta decir la palabra cáncer. Siempre hemos asociado la palabra cáncer a muerte. Y para poder quitar ese tabú, tenemos que poder hablar de ello con normalidad. Y dejar de tener ese ese miedo, porque si tenemos miedo a la muerte es porque no hablamos de ella. Si tenemos miedo al cáncer es porque no hablamos de él. Te da miedo a veces porque parece que te van a rechazar y a mirar mal. No, no es una enfermedad que te hayas buscado tú. Hay personas que se culpan, que les da vergüenza. No. Hay que quitar estos mitos y llamarlo por su nombre”.  

Nos adentramos en el momento en que Rocío recibía la noticia de su cáncer. Un 25 de julio de 2018. “Yo me lo esperaba en cierto sentido. Hay gente que me llama loca por lo que te voy a contar. Me vieron el bulto y nadie esperaba que fuera un tumor maligno, yo era muy joven. Me dijeron que posiblemente fuera benigno. Pero cuando me hicieron la biopsia, yo llegué a mi casa, yo tengo un Golden Retriever, un perrito y mi perro, ahora es ya muy mayor, pero era pura vida. Siempre se te echaba encima, muy bruto, muy juguetón. Y me olió donde me habían hecho la biopsia, agachó la cabeza, se me puso encima y pasó unos días muy tristes. Yo ya sabía que eso no era bueno. La gente me decía, madre mía, Rocío, de verdad, que es un perro... Yo decía no, no, yo conozco a mi perro, esto no es bueno. Y, efectivamente, no fue bueno”. 

No puedes preparar a tus padres para tu muerte 

“El momento de la noticia, para mí no fue un shock en ese momento. A mí el shock me llegó un año y pico después. En aquel momento, lo único que pensaba era: ¿cómo le digo yo esto a mi familia?  Yo, que me dedico a esto, esto no se debe decir por teléfono, pero hasta que yo fuera a mi casa, yo no podía estar ocultándolo. 

 Mi obsesión era que yo tenía que preparar a mis padres para mi propia muerte, porque como yo trabajaba de esto... Y entonces yo me empeñaba y me empeñaba. Yo la tenía asumida, pero yo dije: tengo que prepararlos”. 

Pero entonces –le preguntamos-, asociabas cáncer a muerte, pese a los avances que existen... “La primera vez que te dicen esa palabra –argumenta-, tú siempre piensas que, al final, la muerte puede llegar. Además, nosotros tenemos riesgo familiar. Mi abuela falleció del mismo cáncer que me diagnosticaron a mí. Sabes que puede volver a aparecer y yo tengo que vivir con esto. Parece contradictorio, pero, aunque yo haya asumido mi muerte, yo sé que la muerte está ahí. Entonces, lo que pensaba era: si yo preparo a mis padres para que, aunque puede que no pase, puede pasar, ellos sufran menos. Hasta que me di cuenta de que lo que estaba haciendo no tenía sentido porque no puedes preparar a unos padres para la muerte de un hijo. A mí no me duele morirme. No tengo miedo a morirme, tengo miedo a que mis padres tengan que pasar por eso”.  

Su hermana, cinco años mayor que ella, se vino abajo cuando le comunicó su enfermedad. Lo cual resultó muy complicado para Rocío. Luego llamó a sus padres, y ellos se mantuvieron más fuertes. Mi padre me veía como que yo era pesimista. Papá, yo soy realista. Sin embargo, en una llamada mi padre me dijo: Rocío vive. Viaja. Sal. Fíjate que yo había estado intentando convencerle y ahí me quedé yo más helada porque dije: ostras, si mi padre me está diciendo esto es que verdaderamente está viendo el peligro”.  

Siempre sonriendo 

Volvemos al deporte, que Rocío afronta con mucha alegría y como una forma de liberación, aunque sus grandes facultades físicas le lleven a conseguir grandes marcas. “La gente dice: ¿por qué corres por montaña, con lo duro que es? Yo hay una frase que me digo mucho cuando tienes que hacer 2000 m. de desnivel en una carrera que llegas arriba, que estás reventada, que a veces llegas arriba, respiras, miras... ¿por qué corro? Miro la montaña, miro lo arriba que estoy. Y simplemente pienso, estoy viva. Todo cobra sentido ahí. Sonríes, yo siempre voy sonriendo en las carreras por muy reventada que esté, pero es que simplemente decir: estoy aquí y estoy disfrutando de esto...”.  

Define su sonrisa como su sello de identidad. Pero todos tenemos días, semanas en los que nos es imposible sonreír... ¿Cómo se puede mantener ante todo la sonrisa por bandera? 

“Yo soy una persona que vivía en el mañana. Y he aprendido a disfrutar de cosas que antes no disfrutaba. Hoy me siento con una taza de café y con un libro que es una de las cosas que más me regula y que más me gusta. Y digo: ahora, Rocío, estás aquí y mañana ya veremos si estás o no estás. He aprendido porque he luchado mucho para estar donde estoy y nadie me ha regalado nada. Siempre digo: yo lloro en mi casa. Cuando esté en mi casa, viviré mis penas, lloraré mis penas, lloraré mis cosas, pero los demás no tienen por qué pasarlo mal o llevase una mala contestación. Cuando yo voy por la calle y veo a alguien que a lo mejor va alicaído, que va mal, yo siempre sonrío porque a veces esa persona también sonríe por verte sonreír. Y eso me parece muy bonito porque dices: yo no soy nadie para esa persona, pero una alegría se ha llevado; y eso lo he hecho desde siempre, porque también me ha pasado a mí, al contrario de ir por la calle un poco triste, que una persona mirara y te sonriera, y esa empatía la estamos perdiendo. Entonces intento siempre ir con esa sonrisa -que no siempre se puede-, y yo no soy de la psicología positivista de hay que estar siempre contento: no, no, yo tengo días de M de decir me **** en todo, madre mía. ¿Por qué a mí?, pero al día siguiente te levantas y sigues. 

La fuerza de la mente 

Y hablamos con Rocío de pérdidas. De las veces en que, aparte del cáncer, le ha golpeado la vida. Y las relaciona, cómo no, con su refugio en las zapatillas. 

“En las carreras es más fuerte la mente que el cuerpo. Dos de las mejores carreras que he hecho ha sido cuando no he estado bien físicamente, pero yo tenía un motivo para hacerlas. Por ejemplo: perdí a una persona muy importante para mí, y a las dos semanas tenía la media maratón de Pamplona y no me la había preparado, pues había estado en el hospital acompañándole. Me presenté para dedicársela. Saqué fuerzas, no sé de dónde, quedé tercera de la general. Y fue en memoria de mi abuelo”.  

Otra fue la media maratón de Cuenca: quede primera en mi categoría y quinta de la general. Y fue porque vinieron mis padres de sorpresa con mis sobrinos a verme y para mí fue un chute de energía tan grande, tener aquí a mi familia, que no los veo generalmente, y tampoco había tenido mucho tiempo para preparármela y la hice en 1 h. 30’. A veces es más importante gestionar la cabeza (aunque a nivel físico también, obviamente...). 

He tenido situaciones complicadas en la vida. Estoy donde estoy por méritos propios siempre, pues he estudiado y trabajado a la vez y luego he dado con algunas personas complicadas a lo largo de la vida que me han hecho dudar de mí misma muchas veces y situaciones que quizá ni siquiera merecen un espacio aquí, pero... Yo llamo a mi gato Fénix. Porque digo que yo soy como el Ave Fénix, que resurge de las cenizas y a veces en los peores momentos. Pues intentó sacar las mejores fuerzas a pesar de que la gente intente hacerte daño. Nunca hace daño el que quiere, sino el que puede, entonces tú también eres el que decide quién puede hacerte daño. 

“Es verdad que he pasado situaciones bastante complicadas, pero bueno. Con toda esta historia que tengo de vida, sigues adelante y siempre digo: A mí no me define lo que la gente dice de mí, sino quien verdaderamente soy yo, porque si no, fíjate, cuántas Rocíos habría en el planeta

Mil proyectos 

Rocío es pura inquietud, y por su cabeza se entrecruzan mil proyectos: ampliar su consulta con otros compañeros psicólogos, ampliar sus redes sociales, elaborar su propio máster e impartirlo en la Universidad. Aunque el más inmediato lo tiene claro: “el siguiente proyecto es un libro. Porque me encanta escribir, como habrás observado en Instagram. Lo que estoy intentando es encontrar el tiempo y quiero hablar de muchísimas cosas. Y me gustaría pedir desde aquí, si no te importa, que la gente me pueda decir en mis redes sociales ¿de qué les gustaría que hablara? Porque tengo tantas ideas: un poco más autobiográfico o enfocarlo más a nivel profesional... Tengo muchas cosas escritas, elaboraré un libro. 

Los proyectos que tengo ahora quiero mantenerlos, pero ampliarlos y, sobre todo, poder seguir aportando a la sociedad lo poquito que sé y, eso sí, siempre seguir formándome para para poder ayudar a los demás siempre”. 

“Una de las cosas que tengo claras es que la vida te puede cambiar de la noche a la mañana, pero a día de hoy, lo que me encantaría es seguir trabajando en cuidados paliativos, porque es una de las cosas que dan sentido a mi vida y que no quiero dejar, en la Fundación San José. Yo me encuentro muy a gusto y les agradezco mucho poder trabajar con ellos. Pero quiero hacer tantas cosas... “. 

No mato por un podio 

Pensaba preguntarle qué es más importante para ella en el deporte, si el resultado o el proceso. Y lo había descartado porque, después de escucharla, entendía que es el proceso. Sin embargo, se lo comento y Rocío: “agradezco que lo hagas. ¿Sabes por qué? Porque la gente que no me conoce de verdad se cree que yo mato por un podio, y eso es mentira. Sí es verdad que tú te metes en carrera y al final te gusta competir. Yo no niego que soy una persona competitiva, pero hay una diferencia; yo, por ejemplo, voy en carrera y a cada chica que voy adelantando la voy animando. Le voy diciendo: ¿qué tal, cómo estás? Y si me tengo que parar, me paro. Yo no tengo ningún problema en perder un podio si me tengo que parar con alguien. En el momento en el que yo deje de disfrutar, dejaré de competir. Seguiré corriendo si puedo correr, porque si no nadaré. “Yo no he empezado a correr para subirme al podio. Yo empecé a correr y me encontré con esto; pero no es mi objetivo, y sé que en algún momento vendrán chicas que me pasarán y que subirán al podio. Y yo soy la primera que no me subo al podio hasta que no le he dado dos besos a la primera y la segunda o si yo he quedado primera, a la segunda y a la tercera. O sea, que no, no es mi objetivo, aunque haya gente que se lo piense, no”

Vicente Fco. Lorenzo

Vicente Fco. Lorenzo

Redactor YSN.

X: @vicenteFLorenzo

IG: v.f.lorenzo

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