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La odisea en silla de ruedas de José Luis Rodríguez para ver al Valencia en Mestalla

Publicado el 21/01/2025 a las 00:00

¿Qué es un club? Pese a todo el materialismo, individualismo, polarización, toxicidad y superficialidad que nos invade, debería seguir estando claro que se trata de un grupo de gente que se reúne en torno a una actividad, interés, objetivo o idea. ¿Qué es un club deportivo, por tanto? En teoría un colectivo humano que plasma su propósito y sentimiento común mediante lo deportivo. Hoy descubriremos, por si a estas alturas queda alguien a quien todavía le cabe alguna duda, la catadura moral, implicación emocional y temperatura empática de Meriton Holdings y sus más distinguidos lacayos. Y después cada uno de nosotros se preguntará seriamente si, parafraseando a Groucho Marx, nos merece la pena seguir formando parte de un club que nos acepte como socios. O si decidimos que, como dijo Krishnamurti, no es síntoma de buena salud estar bien sintonizado con una sociedad enferma. Y en esencia, si vamos a seguir permitiendo que esta clase de comportamiento indolente e indecente siga dirigiendo nuestros designios, insultando nuestra esencia, subvirtiendo el sentido de lo que ha de ser una gran entidad que inspira un sentimiento colectivo, socavando lo que somos como sociedad y menospreciando nuestro amor por unos colores, una alegría, una forma de vivir y unos valores, mucho más deseables, sensibles y sensatos que este reciente infierno. Y mucho más grandes que el gris perentorio casi negro ya demasiado largo de un secuestro infame. Porque, por encima de todo, ninguna sociedad ni club puede ganar el mundo si pierde su alma.

Y al final, en el fondo, poco importa si el Valencia C.F cumple por los pelos con los cupos, reglamentos o protocolos establecidos por los diferentes organismos e instituciones o no, porque, como demostraremos, muestra un absoluto desdén por aplicar el suyo propio, y porque hay cosas que simplemente, para cualquiera que se quiera llamar a sí mismo humano, no son éticas ni estéticas. No siempre, ni mucho menos, dato mata relato. Tampoco es necesario entrar demasiado en detalles lacrimógenos ni escabrosos en torno a la difícil existencia de nuestro protagonista, de los que cualquiera con un mínimo de sensibilidad y experiencia de las cosas puede hacerse una perfecta idea.

Porque José Luis no quiere que le tengan pena, ni caridad, ni limosna, ni gestos altisonantes. Sólo quiere un trato digno y justo, en el sentido de la benevolencia y la compasión bien entendidas. Necesita, a buen seguro y al igual que tantos otros que comparten su desventura, una solución para que no tenga que añadirle incertidumbre a la ordalía que ya de por sí debe acometer cada vez que intenta ver a su Valencia en Mestalla. Ilusión esta que, muy posiblemente, es el ancla y el pilar más fuerte que le ata, le impulsa y le conecta a la vida.

Este reportaje forma una unidad indisoluble con el vídeo que lo acompaña y que os dejamos a continuación. Si alguna vez las palabras se han quedado cortas y las imágenes lo han dicho todo es en esta ocasión, así que no dejéis de verlo, antes o después de leer el resto del texto. Ha supuesto un enorme trabajo tan complicado y lleno de obstáculos como emocionante y satisfactorio.

Pero creemos de todo corazón que expone a la perfección la circunstancia de la que estamos hablando y plasma enteramente la vivencia en primera persona de nuestro protagonista. Esperamos que os produzca la misma mezcla de asombro, escalofrío, indignación y curioso vitalismo que a nosotros. Y que al menos sirva para que que algunas consciencias despierten a la realidad de aquello en que parecemos habernos convertido.

THE LONG AND WINDING ROAD

EL LARGO Y TORTUOSO CAMINO


José Luis, la mayoría de los días de su vida, ha sentido una de estas dos cosas: o bullying o indiferencia. Pocos se paran a hablar o a interesarse por él. Por la calle sólo le miran los niños, con esa inocencia descarada donde reside la inesperada virtud de la ignorancia. Y aún así ha encontrado motivos para encontrar dicha. Incluso en esta sociedad que vive una galopante crisis de empatía, de falta de salud mental y de inteligencia emocional.

"¿Alguien recuerda algún gesto de Lim con la gente desde que llegó? Mi madre llamó a las taquillas poco antes de que él llegase y le dijeron que me esperase al nuevo Mestalla, que le faltaban dos años", nos escribe sardónico por Whatsapp, donde se expresa como lo que es, un titán de porcelana con una mente ágil y un ingenio chispeante cuyo cuerpo simplemente no pudo acompañar a su espíritu.

Le queda el recurso de escribir trabajosamente y con mucha menor velocidad que a la que funciona su cerebro. También tiene sus expresivos ojos, capaces de transmitir a cada momento su estado de ánimo, con la pureza de quien ha hecho las paces con su infortunio y vive sereno aunque nunca resignado; en ocasiones flemático, rara vez cariacontecido. Y es que como podéis ver en el vídeo que acompaña a este artículo, aunque su cuerpo esté inmóvil, en su rostro se asoman a menudo y con una grácil habilidad inopinada tanto el éxtasis como la ataraxia.

"¿Alguien recuerda algún gesto de Lim con la gente desde que llegó? Mi madre llamó a las taquillas poco antes de que él llegase y le dijeron que me esperase al nuevo Mestalla, que le faltaban dos años"

"Estoy en la silla por un error médico al nacer, mi madre entró de parto por la mañana con contracciones y como era primeriza no le hicieron caso. Cambiaron el turno y hasta las siete de la tarde no le atendió nadie. ¿Y quién le tocó? El peor médico del hospital. A mi madre ya se le habían pasado los dolores del parto, ya no podía más y el matasanos, por llamarlo de alguna forma, se empeñó en que naciera de parto natural, pesando yo casi cinco kilos y estando mi madre sin fuerzas.

Se le paró dos veces el corazón, mi madre pidió la cesárea y él contestó que ya era tarde. Así que a las prisas me tocó la cabeza en mal sitio con los forceps... y aquí estoy, en una silla de ruedas para toda la vida, así de absurdo", nos cuenta José Luis, con uno de esos textos que al recibirlo te hacen arrepentirte de haberte quejado alguna vez por creer tener mala suerte.

En estas páginas hemos contado muchas veces historias donde hemos salido enriquecidos como redactores y como seres humanos por los ejemplos de superación, de resiliencia y de templanza que nos comparten nuestros protagonistas. Pero pocas veces ha habido, para este que suscribe, una historia que te ponga de forma tan brutal frente a tus propias limitaciones, como profesional y como persona.

Esta vez, por motivos obvios, ni siquiera es un deportista. Pero es que su deporte es vencer la inhumanidad con la que le trata el escudo al que más ama. Plusmarca en resiliencia.

"Estoy en la silla por un error médico al nacer, me tocaron la cabeza en mal sitio con los forceps... y aquí estoy, en una silla de ruedas para toda la vida, así de absurdo"

Jamás ha exigido ni reclamado ninguna cosa como suya más allá de su sentimiento. Con algo más de medio siglo cumplido, sabe que nacemos sin nada y nos vamos sin nada, que el único momento importante es el ahora y que al final nuestra no es ni es la tierra en la que descansamos.

Nunca ha visto llena la Zona de Diversidad Funcional (esa fantasía de eufemismo). Y, como tantos, es tremendamente escéptico respecto a si alguna vez llegará a ver construido el Nuevo Mestalla, aunque hace tan sólo unos días se dio una vuelta por las instalaciones y nos transmitió por mensajes cual reportero el cómo en apariencia, aunque más que tímidamente, se han retomado por fin las obras.

En cuanto a la problemática de las plazas para espectadores discapacitados, ahora mismo el Valencia en su actual emplazamiento, se queda cerca teniendo poco más de 40, pero no cumple ni con el mínimo exigible de 50 plazas PMR (Personas de Movilidad Reducida) establecidas por la normativa de La Liga, la Real Federación Española de Fútbol y la UEFA para un estadio de vieja construcción del aforo y categoría de Mestalla.

Esto tristemente ocurre todavía en más campos antiguos de lo que sería deseable en nuestro país, debido a que obviamente adaptar las instalaciones a las nuevas disposiciones cuando se trata de estadios con muchas décadas a las espaldas no siempre resulta sencillo además de poco rentable. Al mismo tiempo esto provoca que, como ocurre en el recinto de la Avenida de Suecia, los asientos disponibles no tengan ni la visibilidad ni la protección contra lluvia adecuadas.

Pero como decimos, siendo esto triste, no es realmente el fondo del asunto. Apretados y forzando, quizá podrían llegar a dicho mínimo. Aunque la auténtica cuestión es que sigue sin ser suficiente para las necesidades existentes y que, con un poco de atención al detalle y de buena voluntad, el problema podría mitigarse en mucha mayor medida.

Lo previsto en el proyecto definitivo para el Nou Mestalla, tal como está ocurriendo en todos los recintos deportivos de nueva construcción, es inclinarse por la actual recomendación FIFA 2022 de destinar el 1 % del aforo para dicho tipo de asientos, lo que supondría unas 700 localidades reservadas a este fin de las 70000 finalmente contempladas, siendo concretamente 275 las asignadas para espectadores en silla de ruedas y sus acompañantes, lo que más que quintuplicaría la cantidad actual.

Sin duda una gran noticia que, como siempre ocurre con el progreso para algunos desafortunados, llega tarde. Y es que de ser finalmente así, en todo caso las personas en la situación de José Luís aún tendrán que esperar hasta 2027 según lo establecido en el convenio vinculante que se firmó con el Ayuntamiento para la finalización de las obras. Tholos y Thanatos.

Enseguida continuaremos ahondando en la cuestión que supone el núcleo de esta investigación, pero antes José Luis nos comparte, como siempre por escrito, sus recuerdos de infancia, para evidenciar un problema sistémico y social que va mucho más allá de lo deportivo:

"Estudié en el mismo colegio que Vicente Rodríguez, el puñal de Benicalap, iba un curso o dos por delante mía. El colegio estaba en la misma calle en que vivía, la calle Pintor Matarana, allí pasé desde párvulos hasta octavo de E.G.B. Pronto empezaron los apodos, porque mi madre me llevó al colegio con los aparatos que me mantenían una hora de pie, seguro que con la mejor de las intenciones. Pero de los apodos pasaron a los capones en la cabeza, un grupo de diez niños. Como mi silla no tenía motor, no podía escaparme.

Como ya te dije y aunque parezca increíble, fue consentido por los profesores. El director del colegio no me quería allí, porque sólo me veía como una complicación. Eso fue a partir de tercero, mi madre intentó cambiarme de colegio, pero el inspector de zona le dijo que no, así que sufrí acoso y derribo durante cinco años, y todo el mundo hacía la vista gorda.

Lo peor que llevo es que a algunos de los que me pegaban me los he llegado a cruzar por la calle y nunca me han dicho, José perdona, que no sabíamos lo que hacíamos", nos relata, helándonos el corazón.

"Estudié en el mismo colegio que Vicente Rodríguez, el puñal de Benicalap, iba un curso o dos por delante mía. Pronto empezaron los apodos, y luego los capones en la cabeza, un grupo de diez niños. Fue consentido por los profesores. Lo peor que llevo es que a algunos de los que me pegaban me los he llegado a cruzar por la calle y nunca me han dicho, José perdona, que no sabíamos lo que hacíamos"

GOLDEN SLUMBERS / CARRY THAT WEIGHT

SUEÑOS DORADOS / LLEVAR ESE PESO


Existe un protocolo en la entidad valencianista por el cual los abonados tienen preferencia de cara a ocupar las poco más de 40 plazas que existen para discapacitados. Y un mecanismo para que liberen con tiempo esas entradas quienes no vayan a hacer uso de ellas, con el objeto de que puedan acceder a esas localidades los que como José Luis sólo quieren ver algún partido suelto. Las entradas para esta zona del campo no pueden adquirirse a través de la web del club y teóricamente ha de contactarse directamente con las taquillas de Mestalla vía telefónica o por e-mail.

Pero el verdadero problema, como bien sabe nuestro protagonista, es que no parece que nadie se tome nada de esto demasiado en serio, al igual que no hay tampoco nadie designado para salir a ayudar a las personas que como él tienen muy complicado poder hacer algo tan sencillo para los demás como pagar su entrada sacando la cartera de su bolsillo si están frente a las taquillas y hubiese alguna plaza disponible.

José Luis podría, no sin dificultades, hacer el esfuerzo económico de adquirir un abono, si hubiera alguno libre, que al parecer no es el caso. No siempre puede salir de casa por cuestiones familiares y logísticas, así que ha de conformarse con adquirir alguna entrada suelta. Pero 8 de cada 10 veces no lo consigue y sólo obtiene por respuesta, sea cual sea el método que emplee, que están ocupadas y que no hay plaza para él. Aunque luego en la práctica, la zona de Diversidad Funcional esté siempre medio vacía, como el propio José Luis y otros aficionados nos han documentado.

Un club de fútbol son sus valores y las grandes instituciones han de ser ejemplares. ¿Es esto, no ya ejemplar, sino tan siquiera aceptable? ¿No es una muestra de dejadez y falta de delicadeza manifiestas? ¿No es inhumano no hacer un pequeño esfuerzo para facilitar que los aficionados con necesidades especiales puedan tener más fácil vivir su pasión y no tengan que depender del azar y de la amabilidad de los extraños cada vez que acudan a Mestalla? ¿Es realmente tan difícil para un club como el Valencia tomar cartas en el asunto y solucionar una cuestión así?

Y no se trata tan sólo de una ausencia absoluta de sensibilidad, es también una torpeza intolerable a nivel de manejo de imagen y relaciones públicas. Las únicas declaraciones respecto a la cuestión por parte de la entidad se las hizo en petit comité el Director Corporativo del club Javier Solís a Pedro Morata: la respuesta, un "es lo que hay" al más puro estilo Anil Murthy, del cual los actuales dirigentes del club parecen tener bien aprendidas las malas lecciones.

“Yo voy casi siempre que hay partido por la tarde y buen tiempo. Normalmente voy solo. Dependo de mis padres, pero no están bien. ¿Quién a día de hoy está bien? Sobre todo necesito que no llueva, porque mi silla se estropea. Me gusta ver la llegada de los jugadores a Mestalla, el ambiente cuando el equipo conecta con la gente me pone los pelos de punta. Pero la seguridad del Valencia pone vallas, así que nunca veo a los jugadores entrar realmente, como mucho el autobús desde la acera de enfrente.

Cuando se va el autobús, pregunto si hay entrada en taquilla y casi siempre me dicen que no, aunque yo sé que sitio siempre hay. Luego me acerco a la puerta 0 a ver si veo un directivo o un futbolista que me pueda dar una entrada, porque en taquillas no suele haber a la venta en mi zona. De todos modos la mayoría de las veces, aunque hubiera yo no podría comprarla. ¿A quién le doy la cartera, a un desconocido?”, declara José Luis.

“Me gusta ver la llegada de los jugadores a Mestalla. Pero ponen vallas, así que nunca veo a los jugadores entrar realmente, como mucho el autobús desde la acera de enfrente. Luego en taquillas no suele haber entradas a la venta en mi zona. Y aunque hubiera... ¿A quién le doy la cartera, a un desconocido?”

Nuestro protagonista continúa compartiendo con nosotros sus increíbles peripecias y las surrealistas trabas que ha tenido que enfrentar para intentar ver al equipo de su corazón en el coliseo valencianista:

"Siempre he tenido problemas para comprar entradas en Mestalla, aunque lo de ahora es exagerado. Cuando ya estaba desesperado, a veces le pedía una entrada a los jugadores: Fernando Giner, Fernando Gómez, Arias, Carboni... ellos enseguida me daban alguna de las entradas que tenían ellos para sus amistades y compromisos, pero claro esas entradas no eran de la zona de discapacitados, aunque normalmente yo entraba sin que me pusieran pegas, me iba a mi zona y como nunca se llena, pues sin problema.

Hasta que un día Marcos Millán me pidió la entrada cuando estaba entrando al estadio y le dijo al seguridad que cerrara la puerta. Al principio no entendí por qué, pero luego ya comprendí por qué cerró la puerta conmigo dentro: para que la gente no escuchase como me reñía.

Me preguntó quién me había dado esa entrada, y yo aterrado le dije simplemente que un futbolista. Él, de muy malos modos, me gritó que con esa entrada no podía entrar aunque me la hubiese dado el mismo presidente. Además de que no puedo moverme, a mí se me saltan las lágrimas con facilidad. Me dijo que me esperase, a ver si se llenaba mi zona y si no se llenaba que quizá podría entrar por última vez con esas entradas.

Marcos se fue, me quedé con el seguridad al lado de la puerta de la calle y en el descanso del partido por fin me dejó pasar. Yo sólo quería disfrutar viendo a mi Valencia, pero al final me acabé sintiendo avergonzado y rechazado. Y encima cuando entré, en mi zona no había ni la mitad de gente ocupando plazas en silla de ruedas.

Yo en esa época no tenía móvil, ni amigos. Nunca le pude decir a Carboni lo que me pasó con la entrada que él me dio con mucho gusto. Marcos Millán creo que ahora es un alto cargo de seguridad del Valencia y se va dedicando a quitar del Mestalla los carteles en contra de Lim. A veces no sé si quiero quedarme o irme a mi casa. Esto no es el fútbol", comenta.

"Me preguntó quién me había dado esa entrada, y yo aterrado le dije simplemente que un futbolista. Él, de muy malos modos, me gritó que con esa entrada no podía entrar aunque me la hubiese dado el mismo presidente. Yo sólo quería disfrutar viendo a mi Valencia, pero al final me acabé sintiendo avergonzado y rechazado. A veces no sé si quiero quedarme o irme a mi casa. Esto no es el fútbol"

(MONEY) CAN'T BUY ME LOVE

(EL DINERO) NO PUEDE COMPRARME AMOR


¿Cómo puede haber profesionales capaces de trabajar para una institución que exhibe esta clase de comportamiento desafecto y negligente con los más necesitados y de seguir durmiendo tranquilamente por las noches? ¿Para las máximas cabezas visibles del club, sobre todo para aquellos que son de aquí, que en el alto nivel manejan los hilos en el día a día y que saben lo que implica este sentimiento para tantas personas, todo se trata sólo de dinero y posición? Al parecer vivimos en un mundo en el que, a menudo, se cae hacia arriba.

Los empleados de base del club con los que nos cruzamos durante la realización de este reportaje dispensaron a José Luis un buen trato en todo momento dentro de las limitaciones con las que cuentan. Pero el local management sigue sin hacer absolutamente nada respecto a la cuestión.

¿Y cómo puede haber todavía aficionados, peñistas y simpatizantes varios que estén dispuestos a perder su dignidad y sus principios para vivir de favores y asumiendo su servidumbre como única salida a la resignación? Seguir rindiendo pleitesía a una propiedad secuestradora cuyo comportamiento a estas alturas ya es rayano en el sadismo o se adentra directamente en la psicopatía - no puede calificarse de otro modo el provocar sufrimiento gratuito indiscriminado con tu absoluta desidia a los centenares de miles de personas que aman tus colores-, no es admisible, ni siquiera resulta ya soportable, ni sale a cuenta.

Recordemos, un club se trataba de un grupo de gente unida en torno a una actividad, interés, objetivo o idea. ¿Será posible que en un entorno tan clientelar y afectado del gen del servilismo y el mínimo esfuerzo, alguien haga algo más allá de lo ínfimo alguna vez aunque sea por mera decencia? "El gen", ese término que siempre levanta tantas ampollas. La verdad es que al final, el gen, la decencia y la decadencia son universales, sólo que en cada sitio sufrimos la variedad autóctona y le encimamos nuestros matices a pedradas. Para de un modo u otro acabar pagando por nuestros propios pecados.

El lado correcto de la historia, aunque precisamente estemos en un punto de ella donde algunos principios que ya creíamos intocables parezcan estar más en entredicho que nunca, siempre será el del respeto a los derechos humanos, el cultivo de la sana ética personal y la solidaridad colectiva, porque al final nadie somos nada y menos aún solos. Además, tarde o temprano; las coyunturas pasan, los imperios caen, queda atrás como polvo en el viento lo malo y lo bueno. Las ruinas, infinitas y desnudas.

Y en última instancia, ante la conciencia, ese único lugar donde no aplica el nadie sabe nada, todo el mundo queda debidamente retratado tarde o temprano sin remisión. Al final no eres sino tus actos y elecciones en este mísero garaje temporal de las vanidades llamado vida.

Pedro Morata detallaba en Radio Marca la amargura que le produce ver esta clase de actitud en personas que él sabe que en un tiempo no fueron así, que conoce de primera mano y asume que en el fondo no son mala gente, pero que están haciendo gala de un vasallaje y una falta de coherencia con el material sensible que manejan realmente escalofriante.

"En tiempos de Manuel Llorente cuando José Luis pedía una entrada él le decía a sus empleados que si no había entrada para él, que la pintasen", nos dice Pedro. Por su parte Javier Solís sólo fue capaz de solucionarle la cuestión a José Luis una vez, tras recibir la petición directa de nuestro fundador.

¿Hasta cuando dejaremos que estas cosas pasen? ¿Cuál será el momento donde nos cansaremos de ser humillados, vejados, soslayados, ignorados, maltratados? ¿Cuándo nos levantaremos e ignoraremos las migajas para recuperar nuestro pundonor?

En cierto modo, todos somos José Luis, postrados por una desgracia que no pedimos y maltratados por una falta de empatía y sensibilidad imperdonables. No faltarían tampoco argumentos para afirmar que tenemos un poco lo que nos merecemos, por nuestros errores, nuestro veleidoso carácter, nuestra vanidad, nuestra incapacidad para unirnos o pensar a largo plazo, nuestra necedad, nuestro cainismo. Por nuestra nefasta querencia irremediable por los flautistas de Hamelin, nuestro gusto por decirles a los demás lo que tienen que hacer mientras dirigimos la obra faraónica de nuestra falible y fantástica fiebre fallera.

Nuestra bondad, nuestra alegría, nuestra luz capaz de arder incluso en la más profunda oscuridad con ese temperamento y temperatura únicos en el mundo. Nuestra personalidad extravertida, acogedora, confiada, distendida, despreocupada, diversa, amante, divertida y a la postre conciliadora. Extemporánea, noble, voluble, jubilosa, ruidosa, neurasténica, encantadora, desinhibida... y a veces tan perdida, tan inconstante, tan olvidadiza.

Vicios y virtudes aparte, cualquiera que no esté loco o enfermo es consciente de que el fútbol no es una mercancía como cualquier otra. En su sentido más puro, está hecho de lo mismo que las ilusiones que no pueden corromperse, del tejido telúrico que mantiene a los pueblos juntos, los corazones pulcros y las aspiraciones a veces durmientes, pero jamás vencidas. Nos guste o no (y quizá precisamente por eso nos gusta) representa lo mejor y también lo peor que somos y tenemos. Nuestra dualidad, nuestra eterna e intrínseca contradicción. El juego y la pasión por competir sin dejar por ello en última instancia de colaborar. La última expresión civilizada de la guerra.

Y si el combate al que te enfrentas es contra ti mismo, frente a tu negativo, tu retrato o tu espejo, siempre (o casi) hay otro reto, otro evento, otro duelo, otra ocasión de cambiar el rumbo, ser mejor, aprender por fin y redimirte. Pero hay que atreverse, no dimitir. Y todo apunta a que no queda mucho tiempo antes de que se haga irremediablemente cierta la frase de Antonio Machado de que "nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio".

No sabemos si el Valencia C.F logrará mantenerse otro año en primera a base de confiar en que ya habrá tres que sean peores. Tras tanto tiempo con el enfermo en la UCI, es probable que en algún momento ocurra lo innombrable. Tampoco sabemos qué hay en la mente de un Peter Lim que supuestamente quiere 400 millones por un club devaluado, adelgazado y desprestigiado y que aún valdría menos de suceder el peor de los desenlaces. La verdad, jamás lo hemos sabido.

Pero esta temporada José Luis Rodríguez seguirá echando una moneda al aire cada vez que acuda a Mestalla. Él lo seguirá intentando sin rendirse jamás. Y eso también es el espíritu YoSoyNoticia.

Carlos de Narea

Carlos de Narea

Redactor YSN.

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