Rocío Velázquez (Madrid, 13 de julio de 1995) se retira de la alta competición en los saltos de trampolín, el deporte que ha sido toda su vida, una noticia que ha comunicado a través de su propia cuenta de instagram. “Es el momento de anunciar una difícil despedida…” empezaba escribiendo la deportista española, quien cuelga el bañador antes de cumplir los 30 años para centrarse en la odontología, su otra pasión.

 Tras poner fin al ciclo olímpico de París 2024, ha entendido que es el momento de dar un paso a un lado, dando por finalizada su etapa en la élite de los saltos.

 “Me enganchó este deporte desde el minuto uno ante la monotonía de la natación”

Y es que, como en tantos otros casos, sus inicios en la piscina fueron nadando en la escuela de la Federación Madrileña primero y en el Real Canoe después, sin embargo, pronto entendió que se le iba a dar mucho mejor eso de hacer saltos de trampolín que nadar. Y se puso manos a la obra.

Una exitosa carrera

Así se empezó a forjar una deportista que iba a tener una gran carrera deportiva, plagada de éxitos, de medallas -más de treinta en categoría absoluta- y de historias por contar. Se inició en trampolín y plataforma en sus primeros años, donde la edad y la adrenalina crean mágicos automatismos, pero desarrolló su carrera principalmente en trampolín de 3 metros (altura olímpica) y 1 metro.

A nivel internacional, tuvo un ‘accidentado’ debut absoluto. Con edad júnior y solo 17 años, se enfrentó nada menos que a la lesión de su compañera Leyre Eizaguirre para enfrentarse sola al 3 metros individual de Montjuïc con su serie por ajustar, en pleno Mundial de Barcelona 2013 y con las gradas repletas de aficionados, familiares y amigos

“Fue una locura para mí, pero me encanta que me animen desde la grada”.

En su currículum se le queda la espinita de no haber podido clasificarse para unos Juegos Olímpicos, algo que ha rozado en dos ocasiones, tanto en Río 2016 como estos recientes de París 2024. “De Río tengo un buen recuerdo, no solo por el Preolímpico, también porque fue increíble ese viaje y me encanta Lationamérica”, cuenta en declaraciones a la Real Federación Española de Natación. Y, de París, porque estuvo compitiendo este año por una plaza hasta el final en los clasificatorios de la Copa de España en Madrid.

Medalla continental en 2023

 Aunque el evento que más ilusión le hizo fueron los Juegos Europeos de Cracovia 2023. En la impronunciable ciudad polaca de Rzeszów, Rocío Velázquez hacía historia al colgarse la medalla de bronce en el Team Event junto a sus compañeros Alberto Arévalo, Carlos Camacho y Valeria Antolino, un equipazo. También guarda un gran recuerdo del sincro con Max Liñán en los Europeos de Roma 2022.

 Siempre tuvo presente a históricos con los que convivió en su primera gran etapa: Leyre Eizaguirre, Jennifer Benítez y Javier Illana, sin olvidar a Alberto Arévalo, “un apoyo fundamental que me ha impulsado en los momentos más duros”. Y, de fuera, la canadiense Jennifer Abel (“mi referente por cómo ejecutaba”) y la italiana Tania Cagnoto (“por su elegancia”). En su final, también ha querido agradecer, algo que no se debe pasar por alto.

“Quiero dar las gracias a todos los entrenadores que han pasado por mi vida y especialmente a Ramón Fumadó, que me insistió en que no dejase los saltos y que confió mucho en mí”.

El final de una etapa

Pero, como la vida, el camino no ha sido nada fácil, ni mucho menos. Tras el Preo de Río, en 2016 -donde no clasificó para Juegos- Rocío Velázquez entró en bucle y estuvo prácticamente dos temporadas completas totalmente alejada de los saltos, su universo cotidiano. A falta de respuestas a sus preguntas, encontró el camino de salida del ‘laberinto’ dos años antes de Tokyo, cuando recuperó la ilusión, volvió a ajustarse el bañador y ha seguido en ello hasta el momento actual.

Hasta hoy, cuando ha vuelto a preguntarse si era el momento de seguir o no. La respuesta ya la sabemos: “Tras 22 años de pasión he decidido colgar los bañadores…” Fin a una etapa, a una era y un futuro diferente, una rutina nueva que tendrá que adoptar. Ley de vida, que diría el clásico.